¡Oh mi querido cárdigan! ¿Cómo expresar todo lo que siento
por ti?
Podría derramar toda mi sangre pop sobre mil páginas y no
serían suficientes para hacerte saber el papel que juegas en mi vida. Tú que
siempre estás ahí cuando se te necesita, aportando el punto justo de abrigo.
Que permites ser remangado y desabrochado mientras tu tejido cae y se mueve
grácil al son de mis pasos estando en un lugar cerrado y, a la vez, te dejas
mimar (o mejor dicho me mimas) cuando a la intemperie las temperaturas bajan
ligeramente; dando lugar a un cruce de brazos único, mágico y señorial de esos
que sólo tú aportas. Ese momento en el que te cojo con cariño, cruzo los brazos
cubriéndome el torso contigo y apoyo mis manos en los sobacos, eso querido
amigo, es algo superior Y digo que es
señorial consciente de que quizás pueda parecerte algo osado (y quizás lo sea)
pero no me malinterpretes, con señorial pretendo decirte que logras conferir
una pose de señora imposible de conseguir por ninguna de tus compañeras
chaquetas. Y lo haces con una naturalidad nunca antes vista en una prenda de
vestir. Durante unos instantes nos dejas ser esas señoras que soñamos ser algún
día pero que no seremos hasta que decidamos abandonar Malasaña “porque hay
mucho ruido” (o eso diremos) para mudarnos a Conde Duque con nuestra pareja y
pasarnos el día tomando el aperitivo.
Solo por eso ya te mereces un hueco en mi corazón.
Tomando un batido con mi cárdigan una tarde de domingo
Pero no contento con eso, además posees una versatilidad
apabullante. Tú, sólo tú, quedas perfecto con cualquier outfit y te antojas perfecto
para cualquier evento social. No desentonas en una cena formal; posees un aura
de romanticismo inigualable en los picnics, proyectas en mí un pretendido aire
casual al ir a la frutería, ¡y qué decir de lo acertado que es llevarte a los
conciertos!
Pero ahora de pronto nos han separado sin previo aviso. Ni
siquiera nos ha dado tiempo a despedirnos. No nos han dejado tener ese momento
melancólico en el que nos miramos fijamente y nos decimos “hasta pronto” sabiendo
que pasarán meses hasta que nos volvamos a ver y ni siquiera sabremos cuándo
será; esclavos de un futuro meteorológico incierto que nos permita
reencontrarnos.
No puedo evitar pensar en esa canción de La Casa Azul que
luego versionaría Parade: “¿Qué nos pasó? Que no pudimos con el tiempo”. No hay duda de que esta canción habla de nosotros.
Pero tú y
yo viviremos un reencuentro de película. Te sacaré a cenar y a tomar un vino y
parecerá que nada ha pasado; que este tiempo separados se ha marchado a una
suerte de limbo temporal y por fin volveremos a ser un nosotros.
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