12 de mayo de 2016

Yo quisiera

Por mucho que por el título de esta entrada se te pueda antojar querido lector como una especie de versión más directa (¿quizás más adulta y honesta?) de aquel famoso juego de beber desvergonzado y plenamente sexual que todos omitimos de nuestra biografía y vemos en jóvenes con un sentimiento de vergüenza ajena, hoy (al menos hoy) la cosa no va por ese derrotero y se torna un tanto más compleja.

La vida tan llena ella de insatisfacciones y tan ansiosa por proyectar en nosotros nuevos anhelos que empañen antiguas victorias y viejas conquistas, nos mantiene siempre alerta no sea que obviemos algo que no nos gusta o algo que queremos y no tenemos (o no podemos tener, o nunca tendremos). Porque fijar la vista en la pequeña mancha de la pared de tres metros es algo muy nuestro, igual que para alguna gente es muy suyo decir que Corazón no es uno de los grupos fundamentales del pop español (¡Tolerancia cero ante estas actitudes!).

Y aunque lo de esta gente es mucho más grave, quiero quitarme de encima todo el listado de cosas que seguramente no cambien o nunca consiga y empañan este presente que intuyo disfrutable y bien avenido. Y me gustaría invitaros a todos a uniros a mí en este ejercicio tan bonito y sano. Coged lápiz y papel y liberémonos juntos de esas manchas en la pared (he intentado exponerlo de forma que no pareciese el título de un libro de autoayuda pero ha sido imposible).



Me gustaría


Me gustaría que en mi cara creciese pelo de verdad, del que tiene consistencia y puede convertirse en una barba en vez de esta especie de vello púbico femenino. Me gustaría no echar de menos el Myolastan (la cosa está en que lo mío con el Myolastan fue un poco como lo que les sucede a los perros con la comida de humanos, que una vez la prueban ya nunca dejan de anhelarla y pedirla). Me gustaría ser más constante y encontrar mi equilibrio, no dedicarle a las cosas (y a mí) el 100% o el 0%. Quiero encontrar mi 50% de palabra, sentimiento y acción. Me gustaría saber relacionarme mejor con la gente y también no quedarme callado y estático cual estatua de sal cuando conozco a alguna persona con una personalidad apasionante. 


Me gustaría que Mr. Wonderful no existiese y vivir en un mundo en el que la gente no se abandonase al positivismo gratuito y vacuo. Y, sobre todo, me gustaría que a nadie a mi alrededor le gustase Mr. Wonderful y no tener que ocultar nunca más que me dan ganas de vomitar sus tazas y SOBRE TODO sus cuadernos (en serio, a la próxima persona que me enseñe un cuadernito de Mr. Wonderful le meto un tortazo en los morros, esos cuadernos son el mal).

¿Te gusta el nuevo diseño para tus carpetitas?, ¿TE GUSTA?


Me gustaría respetar que a mí me encanta hablar de mis sentimientos y ser completamente honesto con ellos y respetar que hay gente que no necesita exteriorizar sus emociones y mucho menos que otros (yo) lo hagan por ellos y se las planten en la cara. Me gustaría que mi vida fuese como la había imaginado hace cinco años. Me gustaría dejar de encerrarme en una burbuja de autosatisfacción y aprender a llorar más. Y a llorar mejor.

Me gustaría atreverme a teñir mi pelo de color gris ceniza. Me gustaría haber tenido otros padres, unos que no hubiesen decidido rendirse con tu tercer hijo y decidiesen enseñarme que con esfuerzo puedo conseguir cualquier cosa o que los chicos meamos de pie (igualmente seguiría meando sentado el 60% de las veces, pero me hubiese ahorrado más de un bochorno). Me gustaría empezar a hacer ejercicio y moldear un poco mi cuerpo escombro. También comer sano regularmente de una vez y aprender a hacer 100 ensaladas diferentes y deliciosas y llenas de quinoa.

          

Nunca llegaré a esto (ni quiero) pero la comparación con mi físico actual es pura comedia



Me gustaría ser más alto y, bueno, ser un poco más grande en general y dejar de pensar que con 40 años mi cuerpo será un gran cliché (y no de los buenos, si es que acaso existen clichés buenos). Me gustaría que Manuela Velasco nunca hubiese ganado un Goya y que nunca hubiese participado en Aida. Y que alguien por fin se acerque a ella y le diga lo que todos pensamos pero por lo visto aún nadie se ha atrevido a decirle de frente: "Manuela, cariño, es loable tu esfuerzo pero, verás, es que tú no sirves para esto. Eres un cenicero de mármol cuando actúas: frío, estático, pesado e innecesario. Hazte un favor y retírate, podrás dedicarte el resto de tu vida a escribir libros sobre sexo o sobre ser madre. Trabajo no te faltará, te lo prometo". Me gustaría no haber nacido en el Levante. Me encantaría no querer borrar mis huellas. 

Me gustaría que algún chico quiera estar conmigo más de 33 días. Y fin. Ahora no me siento con derecho a pedirle más. Me gustaría haber aprendido alemán cuando tuve la oportunidad. Me gustaría ser un buen partido. Me gustaría tener el don para invertir tiempo y energía en decorar mi casa y no pensar que por llenarlo todo de marcos monos con dibujos de corazones y fotos de chicos desnudos tengo mi casa (bien) decorada. Me gustaría que hicieran ropa de chico con estampado de nubes (¡nosotros también tenemos derecho a vestir con nubes y lucir palmito con ellas puestas!). Me gustaría sentirme guapo, seguro y decidido más de cuatro días al año. Me gustaría montar en algún momento de mi vida un grupo de electroclash y ganar y/o perder el Gente Joven (en serio, creo que de todas las cosas que enumero en esta entrada esta es la que quiero con más fuerza y la única que ocuparía cuatro capítulos de pura frustración en mi autobiografía en caso no hacerse realidad).







No me gustaría dejar de apostar mi corazón en cada partida. No me gustaría dejar de aprovechar cualquier oportunidad que se me presenta para cantar (Jenna Maroney es mi pastor, nada me falta). No me gustaría nada dejar de leer en algún momento de mi vida a Esther Tusquets.






















Me gustaría, no, me encantaría no dejar nunca de tararear por la calle las canciones que suenan en mis cascos.

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