Ojalá
pudiésemos diseñar a nuestro antojo quiénes somos. No hablo de la
apariencia física (si fuese así las aplicaciones para “ligar”
se llenarían de apodos terminados en “XL”). Estoy hablando de
escoger quiénes somos realmente, nuestro verdadero yo. Pero la
realidad es que eso es imposible y al final la vida no se trata más
que de pulir lo que somos y tratar de obtener la mejor versión
posible de nosotros mismos, como un productor al que se le entrega
una maqueta y tiene que intentar convertirla en un éxito o, al
menos, en una buena canción (aunque en algunos casos lo máximo a
lo que se pueda aspirar es a acabar siendo un descarte). Y todos
sabemos que luchar contra nuestros instintos o aprender a manejarlos
es muy difícil, mirad a Dexter cuánto le costó manejar su instinto
homicida. Al igual que él yo también tengo que luchar con fiereza
con mi oscuro pasajero y es que, queridos lectores, ha llegado la
hora de que os confiese uno de mis grandes secretos. He intentado
mantenerlo oculto mucho tiempo pero tarde o temprano iba a saberse y
prefiero filtrarlo yo antes de que los medios independientes lo
hagan: aunque muchos penséis que vengo de un lugar exótico y
maravilloso, yo vengo de lo más profundo de la Comunidad Valenciana.
Sí, habéis escuchado bien, soy hijo de la ruta del bakalao. Ojalá
hubiese tenido ocasión de elegir pero no fue así y ahora soy de
esas personas que alzan los brazos y gritan con efusividad cuando
empieza a sonar “Flying free” o muestra un entusiasmo exacerbado
cuando una canción incluye el que es el verdadero himno de la ruta
del bakalao aunque nadie lo tenga en cuenta: el sonido de la bocina
de barco.
Si
algo aprendimos de Dexter es que lo más importante es aplicar un
código ético con el que manejar tu oscuro pasajero y canalizarlo.
El mundo del pop está lleno de casos semejantes, de hecho se rumorea
que La Bien Querida sufre querofobia, término científico para
denominar el miedo a la felicidad, y mirad qué bien lo ha sabido
canalizar creando de la nada una carrera musical de éxito basada en
la imposibilidad de ser feliz.
Instantánea
del momento en el que La Bien Querida conoció sus nominaciones en los Premios de la Música Independiente
Yo
he luchado por dejar atrás el placer del chunda chunda (ojalá pudiese vivir toda una vida a base de "shubi dubis" y "sha-la--las" pero no puede ser) y lo conseguí
abrazándome a los sintetizadores y a todos aquellos artistas que los
usan con virtuosismo para crear himnos sin mirar atrás, sin miedo y,
ante todo, sin posibilidad de retorno. Es por eso que el día que
descubrí por casualidad “El golpe” de Amatria me volví loco,
empecé a marearme y a tener visiones de un paraíso utópico en el
que Joe Crepusculo usaba acondicionador de pelo y la gente no se
engañaba pensando que Brian Hunt es guapo.
Lo
que siguió a ese momento fue una escucha compulsiva de la canción,
creo que llevé a un nuevo nivel el concepto “modo bucle”, cuyo
resultado seguramente sea que a Amatria le llegue en algún momento
un cheque de Spotify gigante de cartón envuelto en un lazo rojo por
valor de 10.000 euros (y, sí, sé a cuánto se cotiza la escucha en
Spotify así que creo que me debes una caña). Con el paso de los
días empecé a sospechar que lo de Joni Antequera era algo grande
así que empecé a escuchar su último disco, “Amatria”, y
después de dos canciones lo tuve claro: ese era el comienzo de una
gran historia de amor, una de esas historias arrolladoras en las que
me cuesta dejar de hablar de él con todo el mundo y en muchas
ocasiones inicio conversaciones solo para poder hablar de él
(“Perdona, ¿tienes fuego?, ¿tú también crees que '11 baños 20
euro' es un himno atemporal?”) y aunque por edad no me toca todos
sabemos que llegado el momento me compraré una carpeta de anillas
para poner sus fotos.
Para
cuando quise darme cuenta había pasado una tarde completa escuchando
sus discos y, como buen acosador que espero ser algún día, busqué
toda la información que pude sobre él. Con cada canción mi
sobreexcitación alcanzaba un nivel más alto hasta que llegué a “11
baños 20 euros” y ya entendí que Amatria es algo grande, está
por encima de nuestro entendimiento. Estamos atados de pies y manos y
lo único que podemos hacer es aceptarlo tal y como es: una joya pop.
Al
igual que La Bien Querida tiene que empezar a entender que con “Muero
de amor” ha tocado techo y no se puede hacer algo más fantástico, maravilloso y perfecto (a esto, queridos amigos, se le llama una de cal y una
de arena), si Joni consigue hacer una canción que suene más
pasional y arrebatadora yo ya me pongo a recoger firmas para que le
pongan su nombre a una calle. Y es que al igual que en la mayoría de
sus canciones, esta también posee una letra un tanto críptica y
aunque me reconozco fiel a las letras arrebatadoras pero él lo
compensa todo con unas melodías que te arrastran a un estado anímico
concreto sin que te des cuenta. En esta canción sientes la turbación de un
punto de inflexión al igual que en “Prelación de documentos”
sientes la desesperación de la incertidumbre, ambas de su primer
disco “Hoy van a salirte las alas”
De
hecho, a modo de anécdota, resulta bastante curioso que se haya
marcado una carrera como la de Ellos pero a la inversa. Su primer
disco lo sacó con Pías, autoeditó el segundo, “Salir ileso”, y
el último lo ha publicado con Subterfuge. Y es una carrera
discográfica a la inversa literalmente porque “Amatria” es su
mejor disco, no el peor, aunque él es que no tiene ningún disco
malo (y prometo ante los dioses del pop que este es la última
valoración que hago, al menos públicamente, acerca de Ellos).
Efectivamente
como conjunto “Amatria” es su mejor disco y es en el que explota
todas las virtudes de sus dos primeros discos y deja atrás algunos
aspectos que a mi parecer no funcionan tan bien (vamos, que hay
sintetizadores a diestro y siniestro y a mí me tiene ganado para
toda la eternidad).
Es
un disco que a mí me parte el alma que no esté en cada hogar
español y en el que encontramos todo lo que necesitan nuestros
corazones pop. Porque además de ese hit que es “El golpe”, hay
verdaderas joyas que bien se merecen que haga un especial de un mes
para sacar a relucir todas sus virtudes. De hecho me pasé una semana
tratando de decidir cuál era mi canción favorita y cada día era
una. A día de hoy aún no sé por cuál decantarme y suceden cosas
extrañas cuando hablo del disco, soy puro instinto y se me ha podido
oír decirle a la gente que “Chinches” es una canción sexy
(tranquilos, yo tampoco sé qué significa pero al escucharla lo
entenderéis, al fin y al cabo ya os he dicho que muchas veces sus
canciones no hay que entenderlas sino simplemente sentirlas).
“Atarax”
(¡¡¡HIT!!!) me parece el gran descubrimiento del disco, una
canción que te hace sentir la ligereza (y extrema satisfacción) de
quitarte un gran peso emocional de encima y cualquier persona
mínimamente involucrada en la vida moderna se puede sentir reflejada
en “El perro del vecino”: “Por las noches Orfidal para no
pensar de más / Él sabe muy bien que está muy mal” (¡Larga vida
a las benzodiazepinas!). Y “Además”.... ¿Qué os voy a decir?
A veces sueño con que entro en un bar y únicamente suena a lo largo
de toda la noche los últimos 50 segundos de la canción en bucle.
Todo lo que sucede desde que aparecen los violines finales es pura
magia rompepistas.
La
genialidad de Amatria no reside únicamente en su capacidad para
crear auténticos hits de synthpop; él es capaz de conjugar los
sintetizadores con ambientes más melancólicos y estos con melodías
que invitan al éxtasis. Este es el gran acierto de su último disco
y es el motivo por el que ahora mismo (al menos si os queréis un
poco) deberíais estar escuchando sus discos, todos ellos, mientras
empezáis a plantearos cambiar vuestra firma en el correo corporativo
por algo así como:
Juan
Antonio García
Senior
Assistant
COMPRAD
EL DISCO DE AMATRIA
Amigos,
el ascenso es vuestro.
1 comentario:
Esta conversación la hemos tenido antes ????
:p
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