15 de enero de 2015

Todos queremos ser Jenna Maroney




Seguramente más de uno ha pensado durante este pequeño parón que finalmente había cumplido mi amenaza de hacerme un Family. De hecho me ha llegado información diciendo que se rumoreaba que estaba guardando silencio para crear expectación y volver reconvertido en una estrella del pop con el anuncio del lanzamiento de mi primer disco. Por desgracia provengo de una larga estirpe caracterizada por poseer unas cuerdas vocales más cercanas a las de una hiena que a las de un ser humano con un mínimo sentido de la entonación. Lo que realmente ha pasado durante las fiestas es algo casi utópico. Alejado de ese agujero negro de obligaciones que absorbía mi tiempo he tenido ocasión de dedicarme a otros placeres de la vida que había mantenido alejados y por primera vez en mucho tiempo he tenido tiempo de dedicarme a mantener una vida libertina, lo que quiere decir que he pasado horas tumbado en el sofá con la batamanta viendo series. Fue emocionante pensar que me podría poner al día con todas esas series que acaban en el cajón de “mañana la veo” y ese mañana se convierte en otra estación del año. De hecho todo el mundo sabe que la escena post ruptura de Notting Hill está basada en la experiencia del personaje de Hugh Grant desde que empezó a ver Mujeres Desesperadas hasta que se puso al día. Pero más emocionante incluso era la idea de poder ver esas series nuevas de las que habla la gente y que si no las has visto te pierdes el 30% de las conversaciones en las cenas de amigos.

¿Qué he hecho estas fiestas entonces? Volver a ver desde el principio 30 Rock. Sé que con este ejercicio de nostalgia va a parecer que vivo anclado en el pasado pero os aseguro, ahora más que nunca, que ya no se hacen series como las de antes. Y, sí, soy consciente de que nada más he escrito eso ha cambiado mágicamente la fecha de nacimiento de mi DNI y ahora dice que nací en 1962. Pero tengo razón, 30 Rock es la mejor comedia que se ha hecho nunca y para convenceros de eso no necesito profundos análisis sobre metaficción ni debates sobre cómo consiguen conjugar un humor fino, freaky, burdo y clasista que, sorprendentemente, logran que funcione. No, solo necesito dos palabras: JENNA MARONEY. Para los que no la conozcáis, os presento a Jenna:



No hay discusión posible cuando digo que es el mejor personaje televisivo de la historia. A todos nos gusta mucho Liz Lemon pero eso es algo inevitable, todos sentimos debilidad por esos personajes femeninos con una edad comprendida entre los 30 y los 40 cuya torpeza natural nos resulta adorable. Si no fuese así no existiría la comedia romántica como género y Julia Roberts ahora sería granjera. Pero Jenna Maroney no es esa clase de personajes con los que empatizamos y que sirven para justificar nuestra forma de ser y apaciguar nuestras propias inseguridades. Ella solo quiere ser famosa a cualquier precio, ser el centro de atención todo el tiempo a costa de todos y casi siempre lo intenta conseguir cantando con el micrófono que siempre guarda en el bolso. Vamos, ella es lo que realmente queremos ser.



En una escena de 20 segundos es capaz de comerse al resto de personajes y marcarse el mejor momento de la temporada casi sin pestañear. De hecho llego a un punto en el que me paso el capítulo esperando que ella entre en escena. Cuando ella aparece y descubro que ha grabado una nueva canción sobre coger ladillas es un paraíso costero o que es jurado de una especie de Operación Triunfo infantil y que para recibir atención le dice al niño “toma clases de canto, perfecciona tu puesta en escena y después métete en un barril y tírate por una cascada. Y, por cierto, si crees que pues hacerte pasar por hetero estás muy equivocado” en mi cabeza pasa algo así:



De hecho con ella me pasa algo curioso y es que cuando hago maratones de series siempre tengo la tendencia a mimetizarme con los personajes y de forma inconsciente imitar algunas de sus características. Estas semanas ha sido fácil verme por la calle poniendo morritos a lo Jack Donaghy o llevar puesta una sudadera, algo muy propio de Liz Lemon pero que en la vida real es un outfit únicamente aceptado para ir a comprar papel de liar al chino de enfrente. Pero me es imposible mimetizarme con ella, es única.



Pero definitivamente hay algo en lo que Jenna es insuperable y que precisamente es lo que la hace tan increíble: Ella es la verdadera reina del drama. Nadie puede hacerle sombra en su maestría para crear de la nada un buen drama y explotarlo (y que conste que lo he intentado). De hecho tengo preparada una lista de exigencias en el caso de que algún día tenga la oportunidad de reunirme a negociar con los directivos de la NBC. En ella se encuentran cosas como crear un spin-off de Jenna, que le den su propio talk show diario, que le graben un disco o que lance una colección de cremas antiparasitarias. Pero desde siempre el primer punto de la lista ha sido que le organicen una gira mundial impartiendo un taller sobre drama en el que explique a la audiencia cómo explotar pequeños problemas diarios y convertirlos en grandes problemas que te conviertan en el centro de atención, cómo tirar copas de vino a la cara de la gente con estilo para protagonizar el momento álgido de cualquier fiesta, cómo fingir un trastorno psiquiátrico o qué máscara de pestañas se diluye más rápidamente al fingir que lloras para que tu cara sea como la de Alice Cooper y puedas salir corriendo al baño diciendo que vas a retocarte cuando lo que realmente estás haciendo es esperar a que llegue la gente para consolarte. Pero lo que todos los asistentes esperaríamos con ansia es que revelase su verdadero secreto: Cómo hacer todo eso a la vez. 


Es imposible no amarla y me extraña que nadie haya creado todavía algún tipo de secta en EE.UU. dedicada a adorarla. ¿Os imagináis una estampita suya con una oración dedicada a conseguir un pelo más brillante y un número uno en la lista de ventas? Todos nos haríamos creyentes sin pensarlo dos veces. De momento la única forma que se me ocurre de honrar su imagen es creando la DRAMA PARTY, una fiesta en la que al llegar se le da a cada invitado un papelito con el nombre de otro invitado y a lo largo de la noche tendrá que buscar un pretexto para montarle una escenita y tirarle la copa a la cara. Se me antoja un gran plan y si alguien lo ve igual que se ponga en contacto conmigo para empezar a organizarla. 

En esa fiesta claramente sonarían todos los hits que nos ha dejado durante las siete temporadas de 30 rock y que os dejo para que podáis escucharlos en bucle imaginando cómo sería asistir a un concierto suyo.









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