Seguramente más de uno ha pensado
durante este pequeño parón que finalmente había cumplido mi
amenaza de hacerme un Family. De hecho me ha llegado información
diciendo que se rumoreaba que estaba guardando silencio para crear
expectación y volver reconvertido en una estrella del pop con el
anuncio del lanzamiento de mi primer disco. Por desgracia provengo de
una larga estirpe caracterizada por poseer unas cuerdas vocales más
cercanas a las de una hiena que a las de un ser humano con un mínimo
sentido de la entonación. Lo que realmente ha pasado durante las
fiestas es algo casi utópico. Alejado de ese agujero negro de
obligaciones que absorbía mi tiempo he tenido ocasión de dedicarme
a otros placeres de la vida que había mantenido alejados y por
primera vez en mucho tiempo he tenido tiempo de dedicarme a mantener
una vida libertina, lo que quiere decir que he pasado horas tumbado
en el sofá con la batamanta viendo series. Fue emocionante pensar
que me podría poner al día con todas esas series que acaban en el
cajón de “mañana la veo” y ese mañana se convierte en otra
estación del año. De hecho todo el mundo sabe que la escena post
ruptura de Notting Hill está basada en la experiencia del personaje
de Hugh Grant desde que empezó a ver Mujeres Desesperadas hasta que
se puso al día. Pero más emocionante incluso era la idea de poder
ver esas series nuevas de las que habla la gente y que si no las has
visto te pierdes el 30% de las conversaciones en las cenas de amigos.
¿Qué he hecho estas fiestas entonces?
Volver a ver desde el principio 30 Rock. Sé que con este ejercicio
de nostalgia va a parecer que vivo anclado en el pasado pero os
aseguro, ahora más que nunca, que ya no se hacen series como las de
antes. Y, sí, soy consciente de que nada más he escrito eso ha
cambiado mágicamente la fecha de nacimiento de mi DNI y ahora dice
que nací en 1962. Pero tengo razón, 30 Rock es la mejor comedia que
se ha hecho nunca y para convenceros de eso no necesito profundos
análisis sobre metaficción ni debates sobre cómo consiguen
conjugar un humor fino, freaky, burdo y clasista que,
sorprendentemente, logran que funcione. No, solo necesito dos
palabras: JENNA MARONEY. Para los que no la conozcáis, os presento a Jenna:
No hay discusión posible cuando digo
que es el mejor personaje televisivo de la historia. A todos nos
gusta mucho Liz Lemon pero eso es algo inevitable, todos sentimos
debilidad por esos personajes femeninos con una edad comprendida
entre los 30 y los 40 cuya torpeza natural nos resulta adorable. Si
no fuese así no existiría la comedia romántica como género y
Julia Roberts ahora sería granjera. Pero Jenna Maroney no es esa
clase de personajes con los que empatizamos y que sirven para
justificar nuestra forma de ser y apaciguar nuestras propias
inseguridades. Ella solo quiere ser famosa a cualquier precio, ser el
centro de atención todo el tiempo a costa de todos y casi siempre lo
intenta conseguir cantando con el micrófono que siempre guarda en el
bolso. Vamos, ella es lo que realmente queremos ser.
En una escena de 20 segundos es capaz
de comerse al resto de personajes y marcarse el mejor momento de la
temporada casi sin pestañear. De hecho llego a un punto en el que me
paso el capítulo esperando que ella entre en escena. Cuando ella
aparece y descubro que ha grabado una nueva canción sobre coger
ladillas es un paraíso costero o que es jurado de una especie de
Operación Triunfo infantil y que para recibir atención le dice al
niño “toma clases de canto, perfecciona tu puesta en escena y
después métete en un barril y tírate por una cascada. Y, por
cierto, si crees que pues hacerte pasar por hetero estás muy
equivocado” en mi cabeza pasa algo así:
De hecho con ella me pasa algo curioso
y es que cuando hago maratones de series siempre tengo la tendencia a
mimetizarme con los personajes y de forma inconsciente imitar algunas
de sus características. Estas semanas ha sido fácil verme por la
calle poniendo morritos a lo Jack Donaghy o llevar puesta una
sudadera, algo muy propio de Liz Lemon pero que en la vida real es un
outfit únicamente aceptado para ir a comprar papel de liar al chino
de enfrente. Pero me es imposible mimetizarme con ella, es única.
Pero definitivamente hay algo en lo que
Jenna es insuperable y que precisamente es lo que la hace tan
increíble: Ella es la verdadera reina del drama. Nadie puede hacerle
sombra en su maestría para crear de la nada un buen drama y
explotarlo (y que conste que lo he intentado). De hecho tengo
preparada una lista de exigencias en el caso de que algún día tenga
la oportunidad de reunirme a negociar con los directivos de la NBC.
En ella se encuentran cosas como crear un spin-off de Jenna, que le
den su propio talk show diario, que le graben un disco o que lance
una colección de cremas antiparasitarias. Pero desde siempre el
primer punto de la lista ha sido que le organicen una gira mundial
impartiendo un taller sobre drama en el que explique a la audiencia
cómo explotar pequeños problemas diarios y convertirlos en grandes
problemas que te conviertan en el centro de atención, cómo tirar
copas de vino a la cara de la gente con estilo para protagonizar el
momento álgido de cualquier fiesta, cómo fingir un trastorno
psiquiátrico o qué máscara de pestañas se diluye más rápidamente
al fingir que lloras para que tu cara sea como la de Alice Cooper y
puedas salir corriendo al baño diciendo que vas a retocarte cuando
lo que realmente estás haciendo es esperar a que llegue la gente
para consolarte. Pero lo que todos los asistentes esperaríamos con ansia es que revelase su verdadero secreto:
Cómo hacer todo eso a la vez.
Es imposible no amarla y me extraña que nadie haya creado todavía algún tipo de secta en EE.UU. dedicada a adorarla. ¿Os imagináis una estampita suya con una oración dedicada a conseguir un pelo más brillante y un número uno en la lista de ventas? Todos nos haríamos creyentes sin pensarlo dos veces. De momento la única forma que se me ocurre de honrar su imagen es creando la DRAMA PARTY, una fiesta en la que al llegar se le da a cada invitado un papelito con el nombre de otro invitado y a lo largo de la noche tendrá que buscar un pretexto para montarle una escenita y tirarle la copa a la cara. Se me antoja un gran plan y si alguien lo ve igual que se ponga en contacto conmigo para empezar a organizarla.
En esa fiesta claramente sonarían todos los hits que nos ha dejado durante las siete temporadas de 30 rock y que os dejo para que podáis escucharlos en bucle imaginando cómo sería asistir a un concierto suyo.
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